Cristina Peri Rossi, escritora uruguaya, exiliada. |
La figura del
intelectual o del artista latinoamericano exiliado constituye una presencia
frecuente en el panorama político y social del continente en el siglo veinte,
adquiriendo en muchos casos características verdaderamente dramáticas cuando
las contingencias de una dictadura o circunstancias políticas adversas han
arrojado, masivamente, a un numeroso grupo de gente a vivir fuera de las
fronteras de su país de origen. La diseminación del talento intelectual y de su
aporte desde esa exterioridad a la que ha sido obligado a replegarse no ha sido
suficientemente estudiada, en parte porque no se considera su existencia o
porque, como quehacer de parias, no es incorporado a los anales académicos o al
canon del país al que pertenece en origen.
Julio Cortázar, escritor argentino, exiliado.
Un doble ostracismo
lo signa: el de su país y el de su voz individual. No es posible descartar un
exilio interior, el de los intelectuales que permanecieron en el país y fueron
—o son—silenciados por la censura, por la muerte o la cárcel. Pero aquí hablo
de quienes se quedan fuera porque el tiempo no les ha dado la tregua del
retorno o, quienes cuando vuelven, no pueden incorporarse —o reincorporarse— a
su espacio porque las fronteras intelectuales se les cierran en las narices.
Años de ausencia son castigados con silencio, resistencia interna,
desconfianza. Los signa un nuevo exilio, vivido en el seno del territorio
nacional. Algunos se vuelven a ir, resignados a un destierro irremediable,
inevitable. Es el caso recurrente de quienes han realizado gran parte de su
trabajo intelectual fuera de su país de origen y no han contado con la suerte
de un éxito internacional que los respalde o de una institución que les brinde
una oportunidad para hacerse escuchar. Escriben o crean desde el otro lado de
las fronteras, teniendo como horizonte a un país desdibujado por la distancia y
los años.
Esta pérdida, sin
embargo, es compensada por la ganancia del contacto con otras culturas o
lenguas que les permiten visualizar, desde una perspectiva diferente, a su país
de origen. No obstante, esta ganancia no siempre se revierte en una plusvalía
intelectual, por el contrario. Muchas veces constituye más bien una desventaja
para el exiliado o retornado que intenta encaminarse hacia el interior de las
fronteras nacionales. Esto no deja de ser una paradoja en momentos cuando el
tema de la nación se ha erigido, junto a los de género y raza, en uno de los
tres baluartes de las teorías culturales tan supuestamente abiertas a
incorporar a su mirada crítica a aquellas voces tradicionalmente silenciadas
por el canon. Sin embargo, en algunos casos quienes sostienen esas posiciones
teóricas son los primeros en alzar una sólida muralla frente a los que
consideran intrusos u “outsider”. Sus motivaciones bien podrían barajarse desde
la sensación de amenaza a perder su espacio personal, hasta la sospecha de que el otro no comparte su posición política
o intelectual, sólo para mencionar algunas de otras muchas posibilidades. En
cualquier caso, el cierre de las fronteras intelectuales hacia quienes escriben
“en los bordes” resulta, por demás, una condena. El ostracismo no es patrimonio
exclusivo de las dictaduras puesto que no necesariamente concluye con ellas.
Augusto Roa Bastos, escritor paraguayo, exiliado.
La
historia de los parias de la literatura y del arte aún está por escribirse. La
ventana que ellos han abierto con su aporte es inmensa y su mirada abarca los
más diversos y remotos confines del mundo. Chilenos que escriben en Marruecos,
argentinos que pintan en Taiwán, colombianos que crean música en Polonia,
ecuatorianos que danzan en Australia, venezolanos que hacen cerámica en Japón.
Es su trabajo el que les puede brindar a sus respectivos países la posibilidad
de una apertura intelectual y de un diálogo de fronteras a través de una
experiencia directa, vivenciada de manera cotidiana en otros horizontes. Ellos
conforman el potencial fundamental de un importante sector intelectual que, en
algún momento será incorporado al estudio y a la crítica porque sin ellos la
historia de la literatura y del arte de las naciones latinoamericanas jamás
estará completa.
California, 2004
Manifiesto
escrito por tres escritoras y periodistas chilenas de California, Estados Unidos.
Las otras dos escritoras por diversos motivos personales, no desean que
aparezcan sus nombres.